sábado, 24 de febrero de 2018

Testimonio. Arlet García

PERIODISMO I
TRABAJO
(TESTIMONIO)
NOMBRE
Arlet García
CURSO
Cuarto B
FECHA
16/02/2018                                                                                                    Corregido

 

TÍTULO
Abriendo los ojos a un nuevo mundo
SUMARIO
Salí de mi país a los doce años y encontré en Ecuador una  realidad que no imaginaba.
CUERPO DEL TEXTO
El 18 de octubre del 2008 viajé desde Cuba hacia Ecuador, por primera vez. En ese entonces tenía 12 años y mi padre me acompañaba. Llevaba un año y medio sin ver a mi madre y tres años intentando salir del país. Mi madrastra, quien fue mi mamá desde los 5 años que mi madre biológica se fue de Cuba, no paraba de llorar. Me inundaba la emoción y la tristeza a la vez. Era la primera vez en un avión tanto para mi padre como para mí. Yo no tenía miedo. El vuelo duró tres horas. En ese año aún el aeropuerto de Quito se encontraba en plena ciudad. El aterrizaje fue toda una aventura. Mi madre me esperaba con globos de helio (los cuales jamás había visto) y flores. La casa me pareció maravillosa. Mi cuarto fue mi parte favorita de la casa. Era  completamente rosado y mi closet estaba repleto de ropa. En Cuba vivía en un departamento pequeño, en un barrio humilde, todos aquellos lujos me abrumaban. El primer día de estancia, fuimos al juguetón, jamás había visto tantos juguetes juntos. Luego fuimos al Iñaquito, donde mi padre lloró. No sé si de la emoción o de la pena. Ninguno de los dos,  había visto tanta carne, tantas frutas, tanta comida en un mismo lugar. Las calles nos parecían hermosas, cuantos carros, cuantos edificios lujosos, cuantos centros comerciales. Cuantos niños en las calles, en los semáforos, pidiendo limosnas, lustrando botas. Aquél espectáculo me resultaba extraño. ¿Qué hacían esos niños en la calle? Entonces me di cuenta que no todo era maravilloso. Cuando hablábamos, alto, como hablan los cubanos de barrio, la gente murmuraba mientras nos miraba. Algunos se cruzaban al otro lado de la calle, otros se burlaban. Y así comenzó mi vida como emigrante. Estudié menos de un año en el colegio Nuestra Señora del Rosario, donde a diferencia de Cuba, tuvimos que pagar uniformes, materiales y matrícula. Pero no fue hasta que mi padre, tres meses después regresó a Cuba, que realmente me sentí sola y vulnerable. Por eso, al terminar las clases, en agosto, regresé allá también.   




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