PERIODISMO I
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TRABAJO
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(TESTIMONIO)
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NOMBRE
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Arlet García
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CURSO
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Cuarto B
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FECHA
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16/02/2018
Corregido
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TÍTULO
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Abriendo los ojos
a un nuevo mundo
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SUMARIO
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Salí de mi país a
los doce años y encontré en Ecuador una
realidad que no imaginaba.
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CUERPO DEL TEXTO
El 18 de octubre
del 2008 viajé desde Cuba hacia Ecuador, por primera vez. En ese entonces
tenía 12 años y mi padre me acompañaba. Llevaba un año y medio sin ver a mi
madre y tres años intentando salir del país. Mi madrastra, quien fue mi mamá
desde los 5 años que mi madre biológica se fue de Cuba, no paraba de llorar.
Me inundaba la emoción y la tristeza a la vez. Era la primera vez en un avión
tanto para mi padre como para mí. Yo no tenía miedo. El vuelo duró tres
horas. En ese año aún el aeropuerto de Quito se encontraba en plena ciudad.
El aterrizaje fue toda una aventura. Mi madre me esperaba con globos de helio
(los cuales jamás había visto) y flores. La casa me pareció maravillosa. Mi
cuarto fue mi parte favorita de la casa. Era
completamente rosado y mi closet estaba repleto de ropa. En Cuba vivía
en un departamento pequeño, en un barrio humilde, todos aquellos lujos me
abrumaban. El primer día de estancia, fuimos al juguetón, jamás había visto
tantos juguetes juntos. Luego fuimos al Iñaquito, donde mi padre lloró. No sé
si de la emoción o de la pena. Ninguno de los dos, había visto tanta carne, tantas frutas,
tanta comida en un mismo lugar. Las calles nos parecían hermosas, cuantos
carros, cuantos edificios lujosos, cuantos centros comerciales. Cuantos niños
en las calles, en los semáforos, pidiendo limosnas, lustrando botas. Aquél
espectáculo me resultaba extraño. ¿Qué hacían esos niños en la calle?
Entonces me di cuenta que no todo era maravilloso. Cuando hablábamos, alto,
como hablan los cubanos de barrio, la gente murmuraba mientras nos miraba.
Algunos se cruzaban al otro lado de la calle, otros se burlaban. Y así
comenzó mi vida como emigrante. Estudié menos de un año en el colegio Nuestra
Señora del Rosario, donde a diferencia de Cuba, tuvimos que pagar uniformes,
materiales y matrícula. Pero no fue hasta que mi padre, tres meses después
regresó a Cuba, que realmente me sentí sola y vulnerable. Por eso, al
terminar las clases, en agosto, regresé allá también.
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